Silvia Rodriguez

Silvia Rodríguez fue una madre, abuela y amiga muy querida. Fue la madre devota de Sergio, Ingrit y Liseth, y la abuela amorosa de Camila, Sofia, Juliana, Eduardo, Kevin, Eliana y Mariana.

Falleció en paz el 12 de mayo de 2025, tras luchar valientemente contra el cáncer durante tres largos años.

El lenguaje del amor de Silvia era la comida—aunque no tuviera nada, siempre encontraba la manera de darlo todo. Conocía los gustos de cada uno de sus nietos, sabía quién prefería los Sour Patch Kids y quién los Takis, y los consentía a todos como solo ella sabía hacerlo.

Fue una mujer que rompió con todas las expectativas. Contra todo pronóstico, aprendió a manejar a los 60 años. Nunca llegaba a una casa con las manos vacías, porque para ella eso era como presentarse con un rosario reventado.

Fue la persona más trabajadora que hemos conocido. Literalmente tenía que estar muy enferma para faltar al trabajo. Aunque durante muchos años trabajó como niñera, nunca fue simplemente una cuidadora—fue una abuela para cada niño que cuidó, y los amó con la misma ternura incondicional que dio a su propia familia.

Silvia adoraba las ventas de garaje; encontraba tesoros donde otros veían basura. Y veía a las personas de la misma manera—siempre viendo lo bueno, siempre creyendo en los demás.

Era una mujer que tomaba riesgos, no solo al emigrar sola a este país con nada más que esperanza para darles un mejor futuro a sus hijos, sino también en lo cotidiano. Incluso en sus setenta, se subía a la bicicleta con nosotros y era la mejor arquera para nuestros torneos de futbol. Su espíritu aventurero no conocía edad ni límites.

Silvia era extremadamente cariñosa. Siempre había un abrazo, un beso, y esas palabras que solo ella sabía decir para asegurarte que todo iba a estar bien. Amaba sin reservas y cuidaba con una ternura que reconfortaba el alma.

Pero también era increíblemente terca e independiente. A pesar de todas sus cualidades entrañables, nadie la podía atar. Nada ni nadie podía frenarla. Era una mujer impulsada por su propio sentido de aventura, por sus propias reglas, y por una fuerza interior que la hacía única.

Silvia también fue, sin duda, la mujer más complicada que hemos conocido—y sí, en algún momento nos volvió locos a todos. Pero en cada parte hermosa, caótica, generosa y obstinada de ella, amaba profundamente y vivía con intensidad. Y así es como siempre la recordaremos.